El columpio se elevaba cada vez más en el aire, le gustaba
sentir la rapidez del momento en su cuerpo, movía con más intensidad las
piernas, quería ir más rápido. Necesitaba ir más rápido, quería olvidarse de
todo.
Sus manos estaban agarradas con fuerza a las cadenas del
columpio, el resto de su cuerpo estaba volátil y flojo en el espacio, el aire
le sacudía el salvaje cabello que tenía; no se daba cuenta que sus manos
empezaban a sudar y de un momento a otro, cayó a la hierba, con fuerza y
estruendo.
-Pero
que… –dijo mientras surcaba los aires dolorosamente – ¡Auch!
Está bien, bueno, no lo estaba, la hierba no era ni pura ni santa, tenía sus
piedras y las rodillas eran la prueba viviente de eso. La cabeza le daba vueltas vertiginosamente y
no era siquiera capaz de levantarse del suelo. El día lo suficientemente
hermoso como para lloriquear por una herida. Se sentó en el piso y se cruzó de
piernas, respiró hondo tratando de controlar el dolor de las rodillas y puso su
cabeza entre sus manos.
-Oye, ¿estás bien?
–preguntó una voz a lo lejos.
María Isabel reaccionó y empezó a mirar a todas las direcciones para intentar
saber de dónde provenía la voz, hasta donde ella sabía, estaba sola en el
parquecito y no había visto a nadie entrar ahí mientras se columpiaba; no había
nadie sentado en los juegos ni en las bancas ni en la hierba con ella.
Un árbol se empezó a mover y su follaje se sacudía. Entonces
de repente un chico salto de una de las ramas y calló al suelo con asombrosa
gracia. No a diferencia de ella claro
está, que era torpe. El chico se empezó
a acercar a ella con paso demasiado tímido pero demasiado decidido al mismo
tiempo. María Isabel lo vio sentarse a su lado y secar sus manos en sus jeans,
al perecer está nervioso. Debía de ser muy tímido entonces.
-pues sí, creo que
sobreviviré. –respondió ella a la
pregunta hecha antes.
-nadie ha muerto por rasparse las rodillas. No existen casos demandantes de eso. –dijo el chico con una sonrisa.
-pueden ser bastantes.
- es verdad, no sabemos. –pronunció este.
-nadie ha muerto por rasparse las rodillas. No existen casos demandantes de eso. –dijo el chico con una sonrisa.
-pueden ser bastantes.
- es verdad, no sabemos. –pronunció este.
Primero que nada quien era este chico y que quería.
-soy Niall –le
tendió su mano.
-María Isabel –musitó ella –oye, no lees la mente ¿verdad?
-María Isabel –musitó ella –oye, no lees la mente ¿verdad?